Curioso, los dibujos formados en nuestra piel, signos de vida; traducen un mapa fruto de la complejidad, si viviéramos más podrían abarcar casi todo nuestro cuerpo. Nos revelan una verdad y nos recuerdan que aún seguimos con vida. Aunque parezca que sangramos, no es así, ni una gota de sangre. Aún cuándo sabemos que el dolor no necesita moneda de cambio. Alguna vez intentamos imaginar como sería nuestra vida. Intentamos imaginar que tendremos infinidad de cualidades, fuertes y optimistas, que la gente podría oler desde lejos. Pero a medida que transcurra el tiempo pocas llegarán a ser cualidades que tengamos en realidad, y todas las posibilidades que existen, y las clases de personas que pudímos llegar a ser, todas van desapareciéndo, reduciéndose más y más. Hasta quedar en una: lo que somos. Y eso es lo que somos. Lo que ves.
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Celebrar un gol, respirar el ego de una función, saltar en el charco más profundo, escribir con los ojos cerrados, perder como el más fuerte, dormir en la inmensidad, gritarle al viento...
...sí, aún queda trabajo por hacer.
El hombre crece cuando se arrodilla. Alessandro Manzoni
